Sammia Quisintuña
El 2021 prometía muchos cambios, ya que veníamos de un 2020 lleno de nuevas realidades. Personalmente hace un par de meses me imaginaba una realidad más “normal” que tenía que ver con la posibilidad de tener clases presenciales, poder vivita a mis seres queridos e incluso ya dejar la mascarilla tan incómoda en el olvido. Sin embargo, al pasar los meses y estando más cerca de diciembre comprendí que esta nueva normalidad seguiría reforzándose. El último día de diciembre pensé que se sentiría como otros fines de año, pero no fue así. Además, sumado a lo raro que fue celebrar el fin de año dentro de casa con pocas personas y no acudir a fiestas como se “acostumbra” también afectó a mi noción del nuevo año. Ya han pasado más de ocho días desde que enero empezó y aunque es uno de mis meses favoritos (por mi cumpleaños) no me siento renovada como otros años. En frases de algunxs amigxs se siente como un diciembre eterno, aunque sabemos que muy probablemente este año sea mejor que el 2020 cuando pensamos en la pandemia, ya que en términos económicos parece que no. Al reflexionar esto, me puse a pensar en la dependencia que tenemos las personas en las fechas especiales como: año nuevo, navidad, día de muertos, etc, ya que nos incentiva de una u otra forma a salir de la rutina o simplemente para tenerla como una fecha de referencia para realizar cambios trascendentales en nuestras vidas. Bueno como reflexión final o como una nota para mi, es que debo aprender a despegarme de estas fechas y tener en cuenta que cualquier día puede ser especial y también que la pandemia aún va a durar un largo periodo.
Sydney Males
Durante el paso de cada año nuevo, siempre se sentía presente una energía de renovación y empuje a ser mejores humanos empezando desde nuestro propio ser. En mi pensar, el fin de los 366 días tomando en cuenta que el 2020 fue año bisiesto, se sintieron vacíos, breves e invisibles. Recontando la realidad en la que cada uno vivió tras una pandemia que paralizó a todo el mundo, es importante recordar que el fin de este periodo se quería hacer vivir de forma grande o distinta. En mi caso, si bien el 2020 me enseñó a valorar a personas que en realidad fomentan mi vida y a despegarme de individuos que nada influyen como energías positivas, también pude ponerme retos para cumplirlos dentro de mi hogar y espacio. El nacimiento de un nuevo ser en mi familia, hizo que todos tengamos una esperanza de seguir creciendo y aprendiendo de esta vida. La pérdida de familiares queridos, hizo que seamos fuertes y más unidos con los que en realidad nos necesitan.
El momento en el que salimos a las calles a vivir una vida casi normal pero sin olvidar a la “amada” mascarilla, marcó el querer vivir más los momentos que tenemos día a día. Pero, ¿en realidad ha llegado el 2021? ¿Qué nos trae el 2021? ¿Cuáles son los deseos que con 12 uvas simulamos que se cumplirán en cada uno de los meses de este nuevo año? ¿Qué seguimos esperando de este año si aún estamos viviendo en una sanidad humanitaria descontrolada?
Ahora, ya no sentí la alegría de decir feliz año, apenas pude recordar que para el año nuevo siempre doy un fuerte abrazo primero a mi hermano y luego a mi madre. Es así que, sin explicación alguna, no palpo a este nuevo conteo de días que se aproximan, todo sigue pasando y las alarmas en el mundo siguen despertándose y acongojado a la vida.
A pesar de todas las malas noticias, siempre existe el positivismo personal, por lo que desde el día de ahora en el mes de enero, tengo planes de volar personalmente y físicamente. Para así, conseguir ciertas realizaciones que necesito desarrollar en un mundo en donde el tiempo corre deprisa y la edad te va pasando factura. Sigo repensando mis momentos felices, pero también añorando nuevos días de enseñanza y aprendizaje cuidando de los míos y poniéndome como prioridad en un año incierto.
En el pasado aprendimos y el presente lo debemos exprimir y vivir…
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