Una semilla en la tierra inicia su ciclo vital, da vueltas vueltas generando fuerza a su alrededor, salta salta plasmando poder en su interior y baila baila despojándose de su nido para formar un mundo encantador.
De pequeña he visualizado distintas formas, imágenes, colores, tonos musicales, risas a carcajadas, amistades infinitas y sobre todo esencias que trascienden fronteras e imaginarios. Todo este encierro de metáfora, describe como una niña iba creciendo en el mundo andino, lugar donde el pasado es lo conocido y el futuro es el ahora. Espacio en donde una danza tiene encrucijadas con el hanan pacha, kay pacha y uku pacha; con desplazamientos en forma de un espiral retornando a nuestros nacimiento como semilla.
Recuerdo aquellas tardes a finales del mes de mayo en donde ya se sentía la viva presencia de Don Barriga, Don Tsalamanuel, Don Segundo Fuentes, Don Ispi, Don Urpi, Don Tallarín, Don Chimbalo, Don Enrique Flores, Don Yaku Ishpa, Don Huma Muyu, Don Kuriño, Maxi Ruana y mi padre Fabian Males, demás amigos y conocidos. Uno a uno o turnándose golpeaban tímidamente las puertas de la casa de mi abuelito “Papa José” conocido también como Puka Shimi.
El papel de la esposa celosa y enojona la tenia claramente reflejada en mi abuelita “mamita”, quien a veces molesta decía: diles que no esta nadie. Pero una es alcahueta del abuelito y salía corriendo avisarle a mi Papa José que ya llegó Don Tsalamanuel con Don Chimbalo acompañados de sus queridos instrumentos. El con un abrazo entre su poncho azul marino me agradecía riéndose y pedía de favor si podría comprar un dólar de pan. Esta niña corría para poder regresar y escuchar las tonadas que compartía el grupo tras risas acompañadas de conversas.
Era momento de sacar guitarras, flautas, rondines, melódicas; pero como principal mi instrumento favorito el bandolín. Día, tarde y noche escuchaba el sonar de cuerdas acoplándose a las melodías del Inty Raymi, cantos y silbidos de coplas que acompañaban el zapateo de un grupo especial.
La llegada del mes de junio era un intenso rasgado de cuerdas en casa, Papa José tocaba y retocaba a veces la misma canción, la cual ya me la sabia completita. Sus amigos iban y venían a la casa, incluso yo disfrutaba de su estadía por unas horas ya que me encantaba escucharlos tocar, reír y bailar. Pero el gran día estaba cerca, el 21 de junio empieza una noche en especial, no solamente bajo los conocimientos de la cosmovivencia andina sino también en la conexión con los astros y el solsticio de verano que científicos lo han acoplado.
Al siguiente día, todos bien coordinados, arreglados y listos para amanecerse lo que mas puedan por su fecha exclusiva. Eran las 6 de la tarde y de a poco ya llegaban los “amigos inquietosos y manavalis”, así juzgados por mamita. Esta nieta encantada y gustosa de ser quien abría la puerta a los prestigiados amigos de mi abuelito, corría de curiosidad a ver con que nuevo disfraz llegaban puestos ese año. Mi madre ayudaba rápido a cocinar algo para los músicos, mientras yo pasaba a servirles, les abría la puerta, brindaba pan con canelita y por supuesto les llevaba la comida que preparó mi madre en conjunto con otras warmis.
Unos llegaban con disfraces de policías, otros con aya huma, algunos queriéndose hacer pasar por mexicanos; pero entre caretas, trajes y maquillajes, ya se escuchaba el cambio de voz por los taytas en donde asumían un distinto papel simulando ser un Aya mas.
Papa José como siempre destacando, utilizaba un terno verde se pintaba la barba, se ponía gafas y un sombrero medio raro, el cual reflejaba claramente el querer interpretar a un bravo militar. Todos listos, ensayados y brindando un poquito, tomaban la decisión de la ruta para el zapateo respectivo. Esto recordando que las noches de Inty Raymi siempre han sido celebradas en la comunidad, compartiendo con vecinos, aledaños o familia en general; en donde su forma de pago era simplemente una batea con mote, fritada… comida. No faltaba la respectiva chicha o hervido que las familias preparaban para los grupos musicales. Así que, en esta fiesta de lo que menos mueres es de hambre pero de lo que mas vives es de baile, esto enlazado con la esencia de música en agradecimiento a la pachamamita.
Yo apurada pidiéndole a mi madre que me haga el anaco, que me peine y que vayamos rápido con ellos, y por supuesto asegurándome que no nos dejen. El recorrido cambiaba cada año, pero lo mas común era empezar por Atuntaqui, pasar por Ibarra, regresar a Otavalo y si mi mamá quería irse pues llegábamos hasta Peguche. Al ser niña no avanzaba mucho, pero lo que sí me quedaba claro, es que mi abuelito regresaba al segundo día solo para dormir, y alistarse para el tercer y último día de baile en Otavalo.
Cada uno preparándose para la ultima noche, en donde sus alpargates y pantalón blanco eran impecables, su poncho doble cara estaba listo para su uso, y su sombrero barbicio esperando a ser expuesto en esta fecha especial. La elegancia era fundamental y como no olvidar su instrumento bien afinado y listo para seguir otra desvelada mas. Don Urpi y Don Fuentes venían a verlo y Papa José terminando su último ensayo en el cuarto, cogía sus cosas y se despedía apurado de nosotros porque la celebración del Inty Raymi estaba por culminarse.
Esta última noche consistía en ir de casa en casa bailando con su grupo, principalmente recorriendo la comunidad de Quinchuqui y a su vez pasar por la Cantina de la señora Ofelia. De acogida en acogida llegaban hasta Peguche, en donde también visitaban la casa de Alberto Muenala o conocido como Tayta Loro. Y así, acogiendo a mas sanjuaneros llegaban a rematar con mayor fuerza en las calles de Otavalo.
Las Warmis también se arreglaban para poder acompañar a sus Karis, ellas dando la fuerza del canto y baile. Nuevamente estaba lista para otro bailecito mas, yo corría a acurrucarme en el poncho de mi Papa José al encontrarlo en una casita que queda a dos cuadras de donde vivo. Aunque siendo sinceros, esto le impedía que el pudiera tocar a gusto, pero se emocionaba al saber que lo encontraba en medio de tantos grupos de “sanjuaneros”. Por lo que solo me quedaba a su lado bailando y riéndome, pero el sigilosamente regresaba a verme procurando asegurarse de que este junto a el y dichosa.
Gracias a mi abuelito y su ser de sanjuanero, me motivo a construir una conexión con la esencia principal del Inty Raymi. Lo mas triste de todas estas conexiones fue que de a poco mientras crecía, cada integrante del grupo de mi abuelito iban partiendo a un lugar mejor. Fue triste ver como este grupo de taytas perdía integrantes queridos cada cierto tiempo, los hijos al ser pupilos de estos iban tomando su lugar.
El grupo que antes era de 10 a 15 integrantes se reducía hasta quedarse en 4 o 3. Los años pasaban y José Males Quinche conocido como “Puka Shimi” partió. Pero lo mas importante es que me enseño que esta fecha es fundamental para el crecimiento personal y de la comunidad. La reciprocidad, el agradecimiento, el goce entre todos y el amor por nuestras tradiciones eran mayormente sentidas en estas fechas. Los ayas salen a apoderarse de las calles y gozan las melodías que los humanos ofrendan a estos por su cuidado y energía que nos brindan. Papa José y los demás taytas son un ejemplo que a pesar de la modernidad que se les venia encima, bailaban a su ritmo, cantaban a sus warmis y brindaban por la unión entre ayllus.
Sin duda alguna, el Inty Raymi es un festejo que de generación en generación sigue teniendo su auge. Las vivencias que nuestros taytas nos enseñaron poco a poco se han ido perdiendo, pero no es tarde para recapitular la naturaleza de los ayas y la sabiduría de los apus que nos esperan para un reencuentro especial, ya sea aquí o en otros pachas en donde ellos están zapateando y gozando.
Este pequeño escrito esta dedicado al grupo de mi Papa José y las minuciosas practicas energéticas de risas, bailes y tonadas que los reunía en el Inty Raymi
Con amor de su nieta…
Autora: Sydney Males
Muchas gracias Sara, espero te hayas sumergido en la esencia del escrito, abrazos!
Bello Syd! Gracias por compartir tu historia <3